Páginas

martes, 8 de mayo de 2018

La muerte no tiene filtros




Desde hace unos meses vivo en un universo donde solo habitan mujeres y hombres que lo han pasado mal por la pérdida de un ser querido. No soy nada original, puede que a ti también te haya pasado lo mismo. Perdiste a tu madre, a tu padre, a un hermano, a alguien a quien querías.

Cuando mi padre falleció el 22 de junio de 2017 en plenas Hogueras, una fiesta que no sé si me gusta o detesto, me volví "loca", es decir, junto con un amigo empecé a ir a la playa allá por julio muchas veces, salí un par de sábados y creí que debía valorar lo hermosa que era la vida. Esa era mi misión.

En mi rutina estaba hablar con responsables de seguros,  con el notario, con el encargado de las lápidas..., todo un carrusel muy loco de emociones y experiencias. Y la mayoría de ellas las afronté sola.

La gente de tu entorno,  los que sí han vivido lo mismo que tú saben que algo te pasa, que algo se ha roto en tu interior, y que esa fortaleza que yo saqué, en algún momento se esfumaría.

El otro día lo decía muy bien mi amiga Belén: "Vivimos en otro Universo" porque desafortunadamente, a pesar de su juventud, ya sabe lo que significa perder a alguien a quien amas.

"Es ley de vida", "Hay que seguir, la vida es maravillosa", son frases que hasta yo he pronunciado pero cuando me he visto SOLA, y he acabado harta de fingir que todo había sido una pesadilla mando al carajo a toda esa sarta de mentiras.

No es ley de vida para todos. Mi padre era demasiado joven. Se cuidaba probablemente más que algunos millennials que se alimentan a base de bollería industrial. Mi padre había trabajado siempre con su físico y era fuerte como un roble. Así que de ley de vida, nada de nada.

Sí, he aprendido muchas cosas, tanto durante el período de cuidadora, como después de su muerte pero creo que vivimos en una sociedad donde cada uno va a lo suyo al final. Los 'wasaps' han sustituido los abrazos, las visitas en tres dimensiones porque no hay tiempo.

Nos han inyectado la prisa en las venas y algunos parecen vivir para subir una foto en Facebook o Instagram mientras van al cine, o piensan en ir o van de viaje a la vuelta de la esquina. Una sociedad infantilizada. Pero no una legión que haya leído a Gloria Fuertes, por decir un nombre.

A mí me ha dado dos hostias bien grandes la vida. ¿Acaso yo estaba preparada para hacer labores de enfermera? No. Me temblaban las piernas, estaba agotada cuando llegaba la noche. No tenía tiempo de mirarme al espejo ni ganas. Sólo vivíamos para él. Para darle amor, para que no le faltara de nada.

Mis problemas eran que no se cayera de la cama, que no se cayera mientras caminaba, que no perdiera el conocimiento estando sola... Que no sufriera.

¿Cómo puedo pasar de eso a que la vida es rosa?

No es sano. Ni normal. Y a pesar de todo lo hice. Mucho salir de casa, mucho paseo, mucha risa, mucho hablar, mucho de todo... porque lo repito: "La vida continúa" ¿Pero no estamos un poco locos por querer normalizar lo que no es normal?

Perder a alguien a quien quieres no se cura en dos días, ni en dos semanas ni tal vez nunca. Claro que hay que vivir, pero todo parece establecido, hasta el duelo. "En un año se te pasará"...


A cada experiencia que estoy viviendo desde que comenzó este 2018 percibo a más niños pero no de los que me gustan,  hablo de niños caprichosos, cobardes y egoístas, que a través de redes sociales o herramientas similares se "comunican" contigo. Hablo de niños que han cumplido los 40 y que son incapaces de practicar la empatía.

La amistad o el intento de amistad es como un puro trámite. Te dejan algo amable (porque antes te has preocupado tú por preguntar) y basta. Y de repente, un día sientes que te dieron la segunda bofetada figurada y te preguntas: ¿Qué hago con personas que no me conocen? ¿La limpieza de "amistades" debía continuar? Sí.

El otro día me llamó un amigo/conocido, su madre ha fallecido hace tres meses. Yo no sabía ni qué decir. Supongo que lo normal es quedar, darse un abrazo etcétera. Pero por lo que veo, el dolor se acaba el día que entierras a tu ser querido y hala "nos vemos donde siempre". No digo yo que haya que estar llorando por las esquinas, pero hacer como que no ha ocurrido nada es pésimo para la salud mental.

"Qué entereza", "Qué fortaleza la suya"... y sigues oyendo esas frases de gente que igual te ha saludado una vez en tu vida.

Llorad, eso de hacer vida normal ¿qué es? Para mí una aberración. El domingo falleció José María Íñigo y sus compañeros hicieron el programa como si nada, llorando a ratos, ¿¿nos hemos vuelto locos?? Si me gusta Ortega, el otro día no pude estar más de acuerdo con él cuando dijo: "El día que me muera quiero que os paséis las cinco horas hablando de mí". ¡Uno no se muere todos los días!

Parece que hay que estar feliz y dando saltos como si fuéramos robots y demostrando por todas partes lo guay que es nuestra vida. No, nos vamos a morir todos tarde o temprano, y tan sano es hablar de la felicidad como de un proceso de duelo que no tengo ni idea de cuándo termina o cuándo empieza ni sus fases.

¿Acaso todo nos lo tiene que decir Google? ¿O un psicólogo? No, cada uno llevamos nuestro ritmo. Hoy me ha llegado una invitación para celebrar con desconocidos en el tanatorio LA VIDA. Habrá un vino de honor. ¿En serio?

Ni un año hace que mi padre murió, ni un año hace que pasaba los días, las semanas metida en casa a su lado las 24 horas. ¿Es normal que no me sienta normal?

Por lo visto para algunas personas (pocas, menos mal) no. No estoy preparada para discutir, no estoy preparada para que me gruñan o me hablen mal, no estoy preparada para que me digan: "Qué bien, es fin de semana". ¿Qué bien?

La Tierra sigue girando, el universo expandiéndose, en estos momentos niños están viniendo a este mundo, otros se acaban de enterar de que ha fallecido un amigo, un hermano, una madre... Y tal vez el amor esté surgiendo entre dos personas. La vida.

Pero por favor, que paren la velocidad que nos hemos o nos han impuesto y dejemos un tiempo para llorar, dejemos a la gente que sea como quiera, dejemos a esos pocos que quedan, ser auténticos, que sigan sorprendiéndose por pequeñas cosas y no abducidos por cómo se ha de vivir. Y si quieren llorar o gritar de rabia, lo dicho, dejemos que lo hagan.

Cuando alguien muere, cuando alguien está triste, y ha vivido algo tan intenso y doloroso que no hay lágrimas que sirvan de consuelo, compartir una fotografía en Facebook o dejar un comentario más o menos gracioso no es sinónimo de estar bien.

Yo no lo estoy. Y me parece lo normal. Vivo en un universo paralelo donde las personas lloramos cuando nuestro padre fallece, durante su enfermedad, estamos como zombies haciendo "vida normal" sin sentirnos igual que hace dos años..., pero no hay más ciego que el que no quiere ver. Y es ése inmaduro que no ha vivido un varapalo de este tipo y cree que a los sentimientos también se les pone un filtro y se acabó.

Te puedes ir de marcha todos los sábados, viajar a la otra punta del planeta sólo para que veamos que has estado allí, pero cuando llegue uno de estos momentos... no encontrarás ninguna opción ni en Facebook ni en Twitter ni en Instagram para llenar ese vacío, sencillamente te darás de bruces con algo llamado REALIDAD.


Nota: Si lo has leído y no solo le has dado un "me gusta" en Facebook a este artículo o como quieras llamarlo, déjame un comentario aquí. Aunque sea diciendo "hola", entonces sabré que sabes detener el tiempo si algo te interesa. Soy de esos bichos raros que se leen lo que los demás publican.


Joana Sánchez

1 comentario:

  1. Hola y mucho más, admirada Joana. Mis ocupaciones sanitarias me dejan menos tiempo para lo que más me gusta que es sentarme frente a un libro o ante cualquier articulo o texto virtual, pero en este caso tu artículo debiera ser de obligada lectura en las escuelas de cualquier edad.
    Me ha encantado, gracias por escribir así

    ResponderEliminar