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martes, 30 de diciembre de 2014

Mujer de plástico.


Hasta las buenas tenemos carácter, quiero decir que se puede tener buen fondo y mala leche cuando surja. De hecho un poco de mala uva bien dosificada resulta hasta elegante. Hoy he estallado. 

Veréis me estoy sacando el carnet de conducir, eso merece otra historia, entre pitos y flautas llevo unos años con la cuestión pero es que a mí me daba pánico conducir.

Pensaba que sería como Woody Allen y que iría en taxi a todas partes, me olvidé de que eso cuesta dinero, al grano: hoy he tenido que sufrir a una compañera en mi práctica. 

Es algo común, vas con tu profesora y una o dos personas, así aprendes yendo en el asiento de atrás. Me gusta la gente, no hay problema pero llegó Ella, la mujer de plástico y la apacible-surrealista Joanita sacó a la luz su lado oscuro.

Mientras ella condujo no abrí la boca. Por no molestar y sinceramente porque no hay química. En el momento del cambio y tomar yo el volante la mujer de plástico se transformó en el examinador que veremos en carne mortal en breve. "Que si miras los espejos cuando estás en el semáforo", "No te olvides de poner el intermitente" y así hasta mil.

Frente a un semáforo en rojo no sé ni cómo ha surgido de mí un "¿Quieres hacer el favor de callarte? ¿Desde cuándo eres tú la profesora?" La cual por cierto me aplaudía con la mirada. Me estaba poniendo nerviosa.

Durante estos meses jamás he tenido un conflicto con nadie. Todos sufrimos juntos los fallos, que somos disléxicos en cuanto subimos al coche, que Barrio Sésamo ha hecho mucho por algunas generaciones pero al montar sobre cuatro ruedas nos volvemos tontos... ¿pero enfadarme? Nunca. 

De hecho me llevo bien con varios que ya tienen su permiso y hablamos de las calamidades típicas de esta situación.

¿Cómo puede una desconocida a la que he visto dos veces generar tan malas vibraciones en mi persona? Sencillo: es superficial. Elevado al cubo. Y luego un poco más.

Sus pechos son de plástico, su cara también, nos llamó gordas a todas las que admitimos comer plátanos "¿cómo creéis que tengo este cuerpo? no como plátanos desde hace dos años" ¿Es o no para desterrarla? Yo no creía que fuera de verdad, me recordaba a un personaje de estos que salen por la televisión y gritan.

Así que hoy creo que me he sentido como la portavoz de todas las mujeres normales que comemos frutas con calorías después del gimnasio ¿y qué?, como una mujer que no se pasa seis horas pintándose las uñas con purpurina, ni dibujándose las cejas. Hoy he dicho basta a las mujeres de plástico por dentro y por fuera. Ésas son las que nos hacen daño a las demás, no los hombres.

Esos minutos en los que me he recordado al protagonista de "Un día de furia" he disfrutado y me desahogado, que se den por aludidas todas esas féminas que viven para y por aparentar, que no tienen la capacidad de dejar a un lado su persona para que otro sea el protagonista. Qué cansinas.

No me gustan las peleas, de niña no lo he hecho cuanto menos ahora, pero hoy he sido Sheldon Cooper (sin su cerebro) poniendo las cosas en su sitio. Abajo la superficialidad y sus absurdos problemas con los que nos ha martilleado el cerebro durante su clase, y arriba las mujeres y hombres de verdad.

Hace unos años no hubiera dicho nada... o igual le hubiera pedido perdón ¿hoy? Me siento orgullosa. 

Sacarse el carnet hoy día es peor que estudiar unas oposiciones a notario. Y pocos valoran la labor de los buenos profesores como la mía, también ella estaba siendo humillada por una sin carnet como yo esta mañana.

No ha quedado tan brillante como yo imaginaba en mi cabeza estos hechos una vez contados pero necesitaba compartirlos. No me gustan las mujeres de plástico, sobre todo cuando quieren dar lecciones absurdas.

Al terminar la práctica la esperaban en un coche, toda digna se ha bajado, igual me ha lanzado algún dardo de purpurina pero no me ha dado; con orgullo, mi mochila y yo nos hemos ido al gimnasio, y sí: llevaba un plátano para después.



Joana Sánchez González

Imagen: Ruurmo

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